Oración a la Virgen por los que están en prisión - Alberto Oraciones

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jueves, 29 de mayo de 2025

Oración a la Virgen por los que están en prisión

 



Oración a la Virgen María por los que están en prisión

Oh Santísima Virgen María, Madre de Misericordia y Refugio de los pecadores, me acerco a ti en esta hora con un corazón lleno de esperanza, para rogar por todos aquellos hijos tuyos que hoy se encuentran privados de la libertad. Ellos, que habitan en el silencio de una celda, que cargan con el peso de sus errores, de su pasado, de sus decisiones, no están lejos de tu mirada materna ni de tu amor infinito. Tú, que jamás rechazas al hijo que clama desde el abismo, escucha esta súplica por los que están en prisión.

Madre del perdón, tú que estuviste junto a Jesús mientras Él fue juzgado, condenado y clavado en una cruz injustamente, comprende el sufrimiento de tantos hombres y mujeres que viven entre rejas. Algunos de ellos han cometido faltas graves, otros purgan penas en medio de la injusticia. Pero todos, sin excepción, son tus hijos, amados por Dios, redimidos por la Sangre de Cristo y esperados en la casa del Padre. Por eso te suplico: visítalos con tu ternura, despierta en ellos el deseo profundo del arrepentimiento, que se reconozcan necesitados de perdón, que lloren sus pecados y encuentren en Jesús la única fuente de salvación.

Virgen del Consuelo, camina con ellos por los pasillos fríos de las cárceles, entra en sus celdas como luz en la oscuridad, como madre que no juzga, sino que abraza. Toca sus corazones heridos, endurecidos o desesperados, y hazles sentir que no están solos, que aún hay esperanza, que todavía pueden comenzar de nuevo. Que en medio del encierro, de la rutina, del remordimiento, surja la semilla de una vida nueva en Cristo.



Madre de la Esperanza, ruega por aquellos que han perdido toda fe, que ya no creen en sí mismos, ni en la misericordia de Dios. Muéstrales que no hay pecado que no pueda ser perdonado, que no existe herida que Cristo no pueda sanar. Ruega por los que no conocen a tu Hijo, para que descubran en su Palabra la libertad interior, en la Eucaristía el alimento del alma, y en la confesión el abrazo del Padre. Que cada uno de ellos pueda escuchar en su corazón las palabras que Jesús dijo al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Intercede, Madre bendita, por las familias de los prisioneros, por sus madres, hijos, esposas y seres queridos. Consuela sus lágrimas, fortalece su fe, y enséñales a no juzgar, sino a perdonar, a no rechazar, sino a tender la mano. Inspira a los capellanes, misioneros, voluntarios y servidores que visitan las cárceles, para que sean verdaderos instrumentos de tu paz y portadores de la luz del Evangelio.

Virgen del Amor, suscita conversiones auténticas en estos corazones, transforma sus pensamientos, sana sus recuerdos, y renueva sus vidas. Que muchos de ellos, tocados por tu intercesión, se levanten como testigos de la misericordia, como almas nuevas, capaces de amar, de servir y de vivir en libertad interior, aunque sigan tras los muros de una prisión.

Oh María, tú que eres Madre del Redentor, no abandones a estos hijos tuyos. Llámalos por su nombre, recógelos con tu ternura, condúcelos al Sagrado Corazón de tu Hijo. Que en ti encuentren refugio, fe viva, arrepentimiento verdadero y la certeza de que pueden ser santos incluso en medio del dolor. Que sus cadenas se rompan por dentro, que sus almas vuelen libres hacia Dios, y que su historia sea, por tu intercesión, testimonio del poder del amor que todo lo transforma.

Amén.

Oh Santísima Virgen María, Madre de Misericordia y Refugio de los pecadores, me acerco a ti en esta hora con un corazón lleno de esperanza, para rogar por todos aquellos hijos tuyos que hoy se encuentran privados de la libertad. Ellos, que habitan en el silencio de una celda, que cargan con el peso de sus errores, de su pasado, de sus decisiones, no están lejos de tu mirada materna ni de tu amor infinito. Tú, que jamás rechazas al hijo que clama desde el abismo, escucha esta súplica por los que están en prisión.

Madre del perdón, tú que estuviste junto a Jesús mientras Él fue juzgado, condenado y clavado en una cruz injustamente, comprende el sufrimiento de tantos hombres y mujeres que viven entre rejas. Algunos de ellos han cometido faltas graves, otros purgan penas en medio de la injusticia. Pero todos, sin excepción, son tus hijos, amados por Dios, redimidos por la Sangre de Cristo y esperados en la casa del Padre. Por eso te suplico: visítalos con tu ternura, despierta en ellos el deseo profundo del arrepentimiento, que se reconozcan necesitados de perdón, que lloren sus pecados y encuentren en Jesús la única fuente de salvación.

Virgen del Consuelo, camina con ellos por los pasillos fríos de las cárceles, entra en sus celdas como luz en la oscuridad, como madre que no juzga, sino que abraza. Toca sus corazones heridos, endurecidos o desesperados, y hazles sentir que no están solos, que aún hay esperanza, que todavía pueden comenzar de nuevo. Que en medio del encierro, de la rutina, del remordimiento, surja la semilla de una vida nueva en Cristo.

Madre de la Esperanza, ruega por aquellos que han perdido toda fe, que ya no creen en sí mismos, ni en la misericordia de Dios. Muéstrales que no hay pecado que no pueda ser perdonado, que no existe herida que Cristo no pueda sanar. Ruega por los que no conocen a tu Hijo, para que descubran en su Palabra la libertad interior, en la Eucaristía el alimento del alma, y en la confesión el abrazo del Padre. Que cada uno de ellos pueda escuchar en su corazón las palabras que Jesús dijo al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Intercede, Madre bendita, por las familias de los prisioneros, por sus madres, hijos, esposas y seres queridos. Consuela sus lágrimas, fortalece su fe, y enséñales a no juzgar, sino a perdonar, a no rechazar, sino a tender la mano. Inspira a los capellanes, misioneros, voluntarios y servidores que visitan las cárceles, para que sean verdaderos instrumentos de tu paz y portadores de la luz del Evangelio.

Virgen del Amor, suscita conversiones auténticas en estos corazones, transforma sus pensamientos, sana sus recuerdos, y renueva sus vidas. Que muchos de ellos, tocados por tu intercesión, se levanten como testigos de la misericordia, como almas nuevas, capaces de amar, de servir y de vivir en libertad interior, aunque sigan tras los muros de una prisión.

Oh María, tú que eres Madre del Redentor, no abandones a estos hijos tuyos. Llámalos por su nombre, recógelos con tu ternura, condúcelos al Sagrado Corazón de tu Hijo. Que en ti encuentren refugio, fe viva, arrepentimiento verdadero y la certeza de que pueden ser santos incluso en medio del dolor. Que sus cadenas se rompan por dentro, que sus almas vuelen libres hacia Dios, y que su historia sea, por tu intercesión, testimonio del poder del amor que todo lo transforma.

Amén.

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