San Miguel Arcángel, valiente príncipe de los ejércitos celestiales, defensor del pueblo de Dios, hoy acudo a ti con humildad y esperanza, para pedir tu poderosa protección sobre mi vida, mi familia y todo lo que el Señor me ha confiado.
Tú que derrotaste al enemigo en la batalla celestial, ven ahora en mi auxilio. Cúbreme con tu espada de luz, defiéndeme de todo mal, líbrame de las asechanzas del maligno y rompe con tu fuerza toda cadena espiritual que intente atarme. No permitas que ninguna oscuridad me alcance, ni que mi alma sea herida por el pecado, la confusión o el miedo.
Guía mis pasos por caminos de verdad, justicia y paz. Sé mi guardián en las luchas de cada día, acompáñame en mis batallas interiores, fortaléceme cuando me sienta débil y protégeme de todo peligro físico y espiritual. Que tu presencia poderosa sea escudo contra la envidia, el odio, el engaño y la desesperanza.
San Miguel, glorioso arcángel, defensor de las almas, te ruego que estés a mi lado en cada momento. Que tus alas me cubran en la tormenta, que tu espada me proteja en el combate, y que tu intercesión me mantenga firme en la fe hasta alcanzar la victoria en Cristo.
Te consagro hoy mi vida, mi hogar, mis hijos, mi mente y mi corazón. No permitas que nos apartemos del camino de Dios. Condúcenos siempre hacia la luz del Evangelio y ayúdanos a vivir con amor, pureza y fidelidad.
Oh San Miguel, envía legiones de ángeles a custodiarme día y noche. Que donde yo esté, esté también la presencia divina del cielo. Que ninguna tiniebla pueda hacerme daño, porque tú luchas por mí en nombre del Altísimo.
Gracias, Santo Arcángel, por tu amor, por tu fidelidad y por tu constante protección. Que tu grito de victoria, “¿Quién como Dios?”, resuene también en mi alma y me recuerde siempre que en Dios está mi fuerza, mi refugio y mi salvación.
Amén.
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