Oración a la Virgen María por los Enfermos
Madre Santa, Virgen María,
llena de gracia, ternura y consuelo,
acudo hoy ante tu presencia con el corazón dolido,
clamando por todos los que sufren en el cuerpo,
en la mente o en el alma.
Tú que estuviste junto a la cruz,
viendo a tu Hijo amado sufrir y entregarse por amor,
comprendes el dolor humano como ninguna otra criatura del cielo o de la tierra.
María, Madre de Misericordia,
mira a tus hijos enfermos,
aquellos que hoy están postrados en una cama,
que han perdido la fuerza,
que luchan contra enfermedades incurables,
o que llevan en su interior dolores invisibles al ojo humano,
pero que desgastan el alma cada día.
Te ruego, Madre Buena,
que extiendas tu manto sobre ellos,
que los cubras con tu ternura y los abraces como a tu pequeño Jesús.
Sé para ellos consuelo en la angustia,
luz en la oscuridad del hospital,
esperanza en medio de la incertidumbre,
y compañía en las noches de soledad y llanto.
Tú que eres Salud de los enfermos,
intercede ante tu Hijo Jesús,
para que, si es voluntad divina,
sean sanados de sus dolencias.
Y si deben cargar esta cruz un poco más,
dales la fuerza y la paz para caminar unidos al corazón del Salvador,
que todo lo transforma por amor.
Madre, te suplico también por los médicos,
las enfermeras, los cuidadores y familiares
que día a día luchan junto a los enfermos.
Llénalos de sabiduría, de paciencia,
de compasión y de fe.
Que sus manos curen,
que sus palabras alivien,
y que sus corazones no se cansen de amar,
aun cuando el cansancio y la impotencia parezcan más grandes que la esperanza.
No permitas, María Santísima,
que ninguno de tus hijos sufra sin sentido.
Dales luz para comprender el misterio del dolor,
fortaleza para no desfallecer,
y la certeza de que tú, Madre fiel,
caminarás siempre con ellos hasta el último aliento.
Mira, Madre del Cielo,
a los enfermos que han perdido la fe,
a los que se sienten abandonados por Dios,
a los que se desesperan porque el dolor les ha robado la paz.
Llévalos de la mano a Jesús,
muéstrales el rostro misericordioso de tu Hijo,
y hazles sentir que todavía hay esperanza,
que la enfermedad no es el final,
sino el umbral de una gracia más profunda.
Oh Virgen de los Dolores,
tú que sufriste cada herida de tu Hijo en lo más profundo de tu ser,
alivia las heridas de tus hijos hoy.
No los dejes solos.
Camina con ellos,
llora con ellos,
ríe con ellos cuando haya pequeñas mejoras,
y permanece junto a ellos cuando parezca que ya no hay salida.
María, Madre de la Vida,
enséñanos a confiar como tú,
a decir “sí” a la voluntad del Padre,
a unir nuestro dolor al de Jesús,
y a esperar con esperanza activa la victoria del amor sobre la muerte.
Gracias, Madre, por escucharnos.
Gracias por cuidar de nuestros enfermos.
Gracias por amarnos como solo tú sabes hacerlo.
Amén.
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