Señor Jesús, hoy me presento ante Ti con un corazón herido y preocupado, cargado de amor, pero también de temor. Vengo con el alma de madre (o padre), con lágrimas que muchas veces escondo, con preguntas que a veces no sé cómo responder, con noches en vela y oraciones que ya no puedo contar. Vengo a rogarte por mi hijo, ese hijo que me diste, ese hijo que amo con todo mi ser, pero que hoy está caminando por senderos oscuros, lejos de Tu luz.
Tú conoces, Señor, cada rincón de su alma. Sabes por qué se ha endurecido, por qué su corazón se ha llenado de rebeldía, por qué rechaza la corrección, por qué se aleja de la fe, de sus valores, de su familia, de Ti. Yo no lo juzgo, Señor, solo lo miro con compasión y con esperanza, porque sé que ni la rebeldía más grande puede resistirse a Tu amor eterno y misericordioso.
Te lo entrego, Señor. Con todas sus heridas, con su enojo, con su orgullo, con sus decisiones erradas, con sus palabras duras, con sus silencios. Te lo entrego como la viuda entregó la ofrenda más pequeña y más valiosa: porque aunque parezca poco, aunque yo sienta que no tengo más que hacer, sé que en tus manos todo se transforma.
Toca su mente, Señor. Rompe todo engaño, toda mentira del enemigo que lo ha llevado a pensar que puede vivir sin Ti, sin amor, sin respeto, sin rumbo. Toca su corazón, ablanda cada rincón endurecido por la vida, por el dolor, por los errores o por mis propias fallas como madre (o padre). Ilumina sus pasos, líbralo de los peligros que ni siquiera él alcanza a ver, y rodéalo con personas que lo impulsen a volver a Ti.
Señor, si yo me equivoqué en su crianza, si fui demasiado dura o demasiado permisiva, si le fallé con mis palabras o con mi ausencia, te pido perdón. Pero también te pido que Tú seas ahora quien lo eduque con tu amor, quien lo forme con tu verdad, quien lo levante con tu misericordia.
Madre Santísima, Virgen María, tú que sabes lo que es acompañar a un Hijo que sufre, intercede por mi hijo. Tómalo de la mano, aunque él no quiera. Llévalo al Corazón de tu Hijo Jesús, aunque hoy esté alejado. Cúbrelo con tu manto, protégelo del mal, y sé para él luz en medio de su oscuridad.
Espíritu Santo, ven con poder sobre mi hijo. Renuévalo, rómpele las cadenas, sopla sobre su alma rebelde y devuélvele el deseo de vivir en paz, de caminar con propósito, de volver al hogar, de buscar a Dios. Haz de él un testimonio vivo de Tu poder transformador, para que un día, lo que hoy es dolor, se convierta en alegría; lo que hoy es distancia, sea un abrazo eterno; y lo que hoy es rebeldía, sea una entrega total a Tu voluntad.
Señor, aunque hoy mis ojos vean confusión, mi fe ve victoria. Aunque mi corazón sienta angustia, mi alma proclama que Tú eres más grande que cualquier rebeldía. Confío, espero y creo que llegará el día en que mi hijo volverá, libre, sano, transformado. Porque Tú no te olvidas de ninguno de tus hijos, y mucho menos de los que más se han perdido.
Gracias por escucharme, por sostenerme en este camino de oración. No dejaré de clamar por mi hijo, porque sé que Tú no dejarás de amarlo.
Amén.
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