Señor Dios Todopoderoso, hoy vengo ante Ti con el alma desgarrada y los ojos llenos de lágrimas. Vengo con el corazón en las manos, con un peso que no puedo cargar sola (o solo), con un dolor que solo Tú puedes comprender. Mi hijo, ese hijo que me diste, ese hijo que formé con amor y esperanza, está atrapado por las cadenas de la drogadicción, y solo Tu poder puede liberarlo.
Te clamo, Jesús, porque sé que Tú eres el Salvador, el que rompe cadenas, el que libera a los cautivos, el que da nueva vida a los que están perdidos. Hoy te entrego a mi hijo por completo: sus pensamientos, su cuerpo, sus emociones, sus decisiones, su pasado y su futuro. Tómalo en tus manos, Señor, y haz una obra nueva en él.
Tú conoces cada lágrima que ha derramado, cada caída que ha tenido, cada vacío que ha querido llenar con sustancias que lo destruyen. Tú conoces las raíces de su dolor, el porqué de su búsqueda, el origen de sus heridas. Señor, no lo juzgues, abrázalo. No lo rechaces, levántalo. No lo dejes solo, porque sin Ti no podrá salir.
Te suplico por su cuerpo, dañado por el abuso de sustancias. Tócalo con tu poder sanador, Señor. Devuélvele la salud, la fuerza, el deseo de vivir. Limpia su sangre, sus órganos, su mente, su espíritu. Restaura todo lo que ha sido quebrado por esta adicción.
Te pido también por su mente y su corazón, que el enemigo ha querido confundir. Rompe, Señor, toda atadura espiritual que lo esclaviza. Renueva sus pensamientos, hazlo libre de toda dependencia, sana sus traumas, y dale paz interior. Que él sepa que es amado, que su vida tiene valor, que Tú nunca lo has abandonado, aunque él te haya dado la espalda.
Virgen María, Madre de la Esperanza, tú que viste a tu Hijo cargar la cruz del dolor humano, intercede por mi hijo. Abrázalo con tu ternura, acompáñalo en este proceso de sanación, y preséntalo ante tu Hijo Jesús como madre que no se rinde. Enséñame también a no rendirme, a seguir creyendo, a seguir amando, a seguir orando con fe.
Espíritu Santo, ven sobre mi hijo con poder. Llénalo de luz, de amor, de deseo de cambiar. Revístelo con Tu gracia para que encuentre la fuerza para decir “no” a la droga y “sí” a la vida. Rodea su camino de personas buenas, profesionales, amigos y pastores que lo guíen con compasión y verdad.
Y Señor, te pido también por mí. Fortalece mi corazón cansado, aumenta mi fe cuando sienta que todo está perdido. Dame la sabiduría para acompañarlo sin juzgarlo, para corregirlo sin herirlo, para sostenerlo sin soltar Tu mano.
Creo en Ti, Señor, y sé que Tú no te olvidas de los hijos pródigos. Mi hijo volverá a Ti, sano, libre y transformado. Y un día daré testimonio de Tu amor y Tu poder, porque nada es imposible para Ti.
Gracias por escuchar esta oración de una madre (o padre) desesperada pero llena de esperanza. Amén.
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