Oración a la Virgen María por los que han perdido la fe
Oh Santísima Virgen María, Madre del Amor y Estrella de la Esperanza, acudo hoy a ti con el alma llena de preocupaci
ón, pero también rebosante de confianza en tu maternal intercesión. Tú que fuiste elegida por Dios para traer al mundo al Salvador, y que guardaste en tu corazón las palabras y obras de Jesús, te suplico que extiendas tu manto de misericordia sobre aquellos que han perdido la fe, que han dejado de creer, que se han alejado del amor de Dios y de la verdad del Evangelio.
Madre amantísima, tú que estuviste junto a tu Hijo desde Belén hasta el Calvario, conoces el dolor de ver a un ser amado alejarse del camino de la vida. Por eso, te presento con humildad y esperanza a todos aquellos que se han apartado de la Iglesia, que ya no oran, que han dejado de recibir los sacramentos, que viven sin sentido, sin paz y sin esperanza. Muchos de ellos han sido heridos por la vida, por el pecado, por el dolor, por el escándalo o por la indiferencia. Otros han sido seducidos por las falsas luces del mundo, por ideologías vacías, por el materialismo o por el orgullo. Pero tú, Madre de los que sufren y Reina de los corazones, puedes alcanzarlos con tu amor tierno y maternal.
Virgen fiel, tú que nunca abandonas a tus hijos, aunque ellos se olviden de ti, toca el corazón de cada uno de ellos con la dulzura de tu presencia. Ruega a tu Hijo Jesús por su conversión, por su despertar espiritual, por su regreso al hogar del Padre. Implora para ellos el don de la fe renovada, viva y profunda, capaz de transformar sus vidas y de encender en ellos el deseo de Dios. Que el Espíritu Santo, por tu intercesión, sople sobre sus corazones y los haga arder nuevamente con el fuego del amor divino.
Madre de la Iglesia, acompaña con ternura el proceso de retorno de quienes un día conocieron a Dios y se alejaron. Que no se sientan juzgados, sino amados. Que no se pierdan en la culpa, sino que encuentren el camino del perdón. Que no se queden en la oscuridad, sino que vean la luz de la misericordia. Así como guiaste a los apóstoles en el Cenáculo, guía también hoy a todos los hijos pródigos hacia la Casa del Padre, donde siempre hay lugar para un nuevo comienzo.
Virgen del Silencio, tú que supiste esperar con fe, enseña a quienes oramos por ellos a no desesperar. Danos la gracia de interceder con paciencia, de amar con constancia, de sembrar palabras de vida y de confiar en los tiempos de Dios. Fortalece a las madres, padres, esposos, hijos y amigos que sufren por ver a sus seres queridos alejados de la fe. Dales la certeza de que tu oración es más poderosa que nuestras lágrimas, y que tú no descansas hasta reunir a todos tus hijos en el Corazón de Jesús.
María, Puerta del Cielo, abre de nuevo el camino a quienes se han perdido. Acércalos a la Eucaristía, a la confesión, a la Palabra de Dios. Llévalos al encuentro con tu Hijo en lo más profundo de su alma. Que por ti, Reina del Santo Rosario, se encienda en ellos la llama del amor que transforma, que libera, que sana y que salva.
Oh Madre Santa, confío a tu Inmaculado Corazón a todos los que hoy viven lejos de Dios. Llévalos de la mano hasta Jesús, y que en su abrazo redentor encuentren la paz que tanto buscan. Amén.
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