Señor Jesús, Dios de amor y de infinita misericordia, me postro ante Ti con el corazón contrito y humillado. No puedo ocultarte nada, porque Tú conoces lo más íntimo de mi alma. Hoy me acerco a Ti con sinceridad, reconociendo mis faltas, mis caídas y mis pecados. Vengo como el hijo pródigo, cansado de mis errores, sediento de Tu amor, y con el deseo ardiente de regresar a los brazos del Padre.
He pecado, Señor, contra el Cielo y contra Ti. He vivido momentos alejados de Tu gracia, he cedido a la tentación, he preferido mi voluntad antes que la Tuya. Cuántas veces he herido Tu Sagrado Corazón con mis pensamientos, palabras, omisiones y acciones. Pero hoy, Jesús mío, me acerco a Ti, no con miedo, sino con esperanza, porque sé que Tu misericordia es más grande que todos mis pecados.
Tú no viniste por los justos, sino por los pecadores. Tú no desprecias al alma arrepentida, sino que la abrazas, la curas, la levantas y la dignificas. Por eso, Señor, aunque me siento indigno, me atrevo a mirarte, a elevar mi súplica, a pedirte perdón. Lava mi corazón con Tu preciosa Sangre, purifícame de toda mancha, y devuélveme la alegría de Tu salvación.
Jesús, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de mí. Tú que moriste en la Cruz por amor a todos los hombres, hazme comprender cuán grande fue ese sacrificio. Que nunca olvide que mis pecados te llevaron al Calvario, pero que también fue Tu amor el que te sostuvo en esa Cruz. Ayúdame a no trivializar el pecado, a no acostumbrarme a la ofensa, sino a luchar con sinceridad cada día por vivir en gracia y en fidelidad a Ti.
Te pido perdón, Señor, por cada vez que he actuado con orgullo, despreciando a mis hermanos. Por cada vez que he herido con mis palabras, que he juzgado sin misericordia, que he cerrado mi corazón al necesitado. Te pido perdón por mis pensamientos impuros, por mis deseos egoístas, por haber buscado consuelos en cosas pasajeras y no en Ti.
Perdóname, Jesús, cuando he sido tibio en la fe, cuando he vivido como si Tú no estuvieras, cuando me he alejado de los sacramentos, cuando he elegido lo fácil en lugar de lo santo. Perdóname por no amarte como mereces, por no confiar plenamente en Ti, por resistirme a Tu voluntad.
Señor, reconozco que muchas veces he caído en la rutina, en la mediocridad, en la indiferencia. Pero hoy me levanto con la fuerza de Tu amor. No quiero quedarme en el suelo. Quiero caminar contigo, revestido de Tu gracia. Quiero vivir como verdadero discípulo, buscando agradarte en todo.
Enséñame a hacer un examen de conciencia diario, a acercarme con frecuencia al sacramento de la Reconciliación, donde Tú mismo, a través del sacerdote, me levantas, me sanas y me das nueva vida. Hazme sensible al pecado, y hazme también sensible a Tu perdón. Que no me desespere por mis caídas, sino que me anime a comenzar de nuevo, una y otra vez, hasta que mi alma se una plenamente a Ti.
Jesús mío, te entrego también todas las consecuencias de mis pecados. Las heridas que he dejado, las relaciones que he dañado, los caminos que he cerrado. Tú, que haces nuevas todas las cosas, obra también en esos aspectos de mi vida que yo ya no puedo cambiar. Transforma, restaura, reconcilia, y llévame por senderos nuevos de santidad.
No permitas, Señor, que el enemigo me robe la esperanza. Que no me deje vencer por la culpa ni por la vergüenza. Que recuerde siempre que Tu misericordia es un océano sin fondo, que no hay pecado que Tú no puedas perdonar, y que basta un corazón arrepentido para que en el cielo haya fiesta.
Gracias, Jesús, por esperarme. Gracias por mirarme con ternura, incluso cuando he fallado. Gracias por Tu paciencia, por Tu amor que nunca se cansa. Ayúdame a vivir desde hoy con un corazón nuevo, con un espíritu renovado, con una vida entregada por completo a Ti.
Te alabo y te bendigo, Señor de la vida. Mi alma se rinde a Ti, confiando plenamente en Tu perdón. Porque Tú eres mi Redentor, mi esperanza y mi Salvador. Y en Ti quiero vivir para siempre. Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario