La devoción a la Virgen María Auxiliadora es una fuente inagotable de gracia y consuelo para los fieles católicos. Desde tiempos antiguos, los cristianos han acudido a ella en busca de auxilio y protección, reconociéndola como intercesora ante Dios en los momentos de mayor necesidad. San Juan Bosco, gran apóstol de esta advocación mariana, promovió su culto con fervor, difundiendo la certeza de que quien se acoge a María Auxiliadora jamás será desamparado.
Esta oración está destinada a quienes desean fortalecer su fe y encontrar en la Virgen María una madre amorosa y poderosa, capaz de socorrer a sus hijos en las dificultades. Recitarla con devoción nos ayuda a confiar en su amparo y a seguir el camino de Cristo con renovada esperanza y fortaleza.
Oración a la Virgen María Auxiliadora
¡Oh Santísima Virgen María, Auxiliadora de los Cristianos! Madre bondadosa y refugio seguro de quienes te invocan con fe. Hoy me presento ante ti con un corazón humilde y necesitado, confiando plenamente en tu amor maternal y en tu poderosa intercesión ante el trono de Dios.
Tú que en Caná de Galilea adelantaste la hora de los milagros por tu inmenso amor a la humanidad, hoy te ruego que intercedas por mí y por todas las almas que acuden a ti en busca de ayuda. Madre amada, socorre a los afligidos, consuela a los tristes, da fortaleza a los débiles y guía a quienes han perdido el rumbo. Tú que eres el auxilio de los cristianos, ven en mi ayuda en este momento de dificultad.
María Auxiliadora, defensora de la Iglesia y protectora de los que en ti confían, líbranos de todo mal, de los peligros del cuerpo y del alma. Extiende tu manto maternal sobre nuestras familias, sobre los jóvenes que buscan su camino, sobre los niños inocentes y sobre los ancianos que esperan en Dios su descanso eterno.
Intercede, Madre querida, por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores. Conduce a los corazones endurecidos por la indiferencia al amor de tu Hijo Jesucristo. Danos la fuerza para vivir en la gracia de Dios, siendo testigos de su amor en nuestra vida cotidiana.
Oh Virgen Santísima, que fuiste el consuelo de los apóstoles y el sostén de la Iglesia naciente, sigue siendo hoy nuestra guía y amparo. Ayúdanos a perseverar en la fe, a ser fieles en la oración y a caminar siempre en la senda de la santidad.
María Auxiliadora, estrella que brilla en la noche de nuestras pruebas, no nos dejes solos en nuestras luchas. Sé nuestra esperanza en la desesperanza, nuestra fortaleza en el cansancio y nuestro refugio en la tribulación. Con tu auxilio, confiamos en alcanzar la victoria sobre el pecado y gozar un día de la gloria eterna junto a ti y a tu Hijo.
Madre amada, hoy y siempre me consagro a ti, poniéndome bajo tu amparo y protección. Que mi vida sea un testimonio de gratitud por los favores recibidos y que mi corazón sea un altar donde reine siempre tu amor y el de tu divino Hijo.
Amén.
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