Oración a la Virgen del Carmen
Oh Santísima Virgen del Carmen,
Madre amorosa y protectora de los que en Ti confían,
Madre de misericordia, esperanza y consuelo,
hoy me acerco a Ti con el corazón humilde,
confiando en tu bondad infinita y en tu amor maternal.
Tú, que fuiste escogida desde toda la eternidad
para ser la Madre del Salvador,
te presentaste ante el mundo como estrella radiante,
guía segura en el océano de la vida,
faro luminoso que nos conduce a Jesús,
nuestro Redentor y fuente de salvación.
Madre del Monte Carmelo,
tú que inspiraste la vida de los profetas
y fuiste consuelo de los ermitaños,
acoge hoy mi súplica y derrama sobre mí
las gracias que tanto necesito.
Tú que eres refugio en la tormenta,
auxilio en la desesperanza,
y sostén en los momentos de debilidad,
protégeme con tu escapulario santo,
signo de tu amor y promesa de salvación.
Madre querida,
tú que nos has dado un signo tan especial
para mostrarnos tu cercanía y protección,
haz que el Santo Escapulario
sea para mí escudo en la batalla,
compañía en mi caminar
y prenda de la gracia de Dios.
Que al llevarlo con fe y devoción,
recuerde siempre mi compromiso con tu Hijo,
y me esfuerce por vivir en la gracia y la santidad.
Oh Virgen Santa,
tú que no abandonas a tus hijos en la prueba,
te pido que intercedas ante tu Hijo Jesús
por mis necesidades y preocupaciones.
Madre piadosa,
te confío mi vida, mi familia,
mis amigos y mis seres queridos.
Cúbrenos con tu manto,
defiéndenos de todo mal,
y guíanos siempre por el camino de la verdad y la justicia.
Virgen del Carmen,
madre de los navegantes y de los que buscan puerto seguro,
guía a quienes han perdido el rumbo,
sostén a los que están a la deriva,
y consuela a quienes sufren en soledad.
Extiende tu mano a los enfermos,
a los afligidos y a los que han caído en la desesperanza.
Haz que todos, bajo tu amparo,
encuentren la paz que sólo Dios puede dar.
Oh dulce Madre,
tú que prometiste librar del purgatorio
a quienes mueran revestidos con tu escapulario,
te suplico que no me abandones en la hora de mi muerte.
Que en mi último suspiro
pueda pronunciar el Nombre Santísimo de Jesús
y entregarme en tus brazos maternales,
para ser presentado ante el trono del Altísimo
y gozar eternamente de su gloria.
Madre del Carmelo,
te alabo y bendigo con todo mi ser.
Tú eres la alegría de mi corazón,
el alivio en mis penas,
y la dulce esperanza de mi alma.
Guíame siempre por el sendero de la fe,
para que un día, al terminar mi peregrinación en esta vida,
pueda contemplarte en el cielo
y alabar a Dios junto a ti por toda la eternidad.
Amén.
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