Oración a la Virgen María por un familiar difunto
Oh Virgen Santísima,
Madre del Amor y de la Misericordia,
hoy vengo ante Ti con el alma herida,
cargando el peso de la ausencia y el dolor.
He perdido a un ser amado,
un familiar que marcó mi vida con su presencia,
con su cariño, con su historia.
Y aunque mi corazón llora su partida,
mi fe me sostiene y me lleva a tus pies,
buscando consuelo en tu ternura y esperanza en tu intercesión.
Madre de los afligidos,
acoge hoy esta plegaria que nace del alma.
Te suplico que tomes de la mano a mi familiar difunto,
que lo guíes con tu luz hacia el abrazo eterno del Padre,
que intercedas ante tu Hijo Jesús para que le conceda
el descanso eterno, la paz sin fin y la plenitud de su gloria.
Tú que estuviste al pie de la cruz,
sabes lo que es el dolor de la pérdida.
Por eso, Madre, entiendes el vacío que deja la muerte,
y sabes también cómo sanarlo con tu amor maternal.
Hoy lo recuerdo con amor:
cada sonrisa, cada palabra, cada gesto que dejó en mi vida.
Y aunque ya no lo veo,
lo llevo en lo profundo del alma,
y lo entrego a ti, Virgen María,
para que le cubras con tu manto
y lo conduzcas hacia la luz eterna.
Ruega por él, Madre santa,
y si aún necesita purificación,
intercede para que pronto pueda gozar del Reino de los cielos.
Te pido también, Señora mía,
que consueles a quienes lloran a sus seres queridos.
Hoy no solo oro por mi familiar,
sino por todas las almas que han partido,
especialmente por quienes son recordados en este momento.
Si estás leyendo esta oración y tienes en el corazón a un ser amado que ya no está,
puedes dejar su nombre en los comentarios,
y con gusto, el hermano Alberto se unirá en oración contigo durante esta semana,
pidiendo por el descanso eterno de quienes amamos.
Madre del consuelo,
ayúdame a transformar el dolor en esperanza.
Dame la fortaleza para seguir adelante,
la certeza de que la muerte no es el final,
sino el paso hacia la vida verdadera,
donde un día, si Dios lo permite,
volveremos a abrazarnos,
a mirarnos sin lágrimas,
a vivir eternamente bajo la luz del Señor.
Gracias, Virgen María,
por tu compañía silenciosa,
por las lágrimas que recoges cuando nadie más las ve,
por la paz que siembras en medio de la tristeza.
Gracias por recordarme que tu Hijo venció la muerte,
y que, en Él, nuestros difuntos no están perdidos,
sino esperándonos en la gloria de Dios.
Amén.
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