Amado Padre Celestial,
acudo ante Ti con el corazón lleno de amor, pero también de angustia,
porque mi hijo, mi amado niño, está enfermo.
Tú, que eres el Dios de la vida y la misericordia infinita,
escucha mi súplica en esta hora de necesidad.
Señor, Tú que formaste a mi hijo en mi vientre,
Tú que contaste cada uno de sus cabellos
y conoces cada latido de su corazón,
Tú que lo amas con un amor más grande aún que el mío,
te ruego con toda mi alma: extiende tu mano sanadora sobre él.
Jesús, Hijo del Dios vivo,
durante tu vida terrenal caminaste entre nosotros
y con un solo toque de tus manos devolviste la salud a los enfermos.
Los ciegos vieron, los sordos oyeron, los paralíticos se levantaron,
y los que sufrían encontraron alivio en Ti.
Hoy, con humildad y confianza,
te pido que mi hijo reciba esa misma gracia,
que su cuerpo sea restaurado,
que su enfermedad se aleje,
y que la paz y la fortaleza inunden su ser.
Señor, si es tu voluntad,
concédele la sanación completa y permítele gozar de una vida llena de salud.
Pero si en tu sabiduría divina has permitido esta prueba,
te pido que nos concedas la paciencia,
la fortaleza y la fe para afrontar con ESPERANZA y amor esta prueba.
Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra,
tú que sufriste al ver a tu Hijo en la cruz,
comprendes mi dolor y mi preocupación.
Toma en tus manos a mi hijo,
cúbrelo con tu manto de amor,
intercede por él ante tu Hijo Jesús
y ruega para que reciba el alivio y la sanación que tanto necesita.
San Rafael Arcángel, médico celestial,
acompaña a mi hijo en este proceso,
guía a los médicos y enfermeros que lo atienden,
para que sus manos sean instrumentos de la misericordia de Dios.
Dale sabiduría a quienes lo cuidan,
paciencia a quienes lo rodean
y fuerza a su cuerpo para superar esta enfermedad.
Señor, en medio de esta prueba,
quiero mantener mi confianza en Ti.
A veces, el miedo y la desesperación intentan apoderarse de mi corazón,
pero hoy renuevo mi fe en tu amor infinito.
Sé que no nos abandonas,
sé que caminas con nosotros en este valle de sombras,
y que, al final, nos darás la victoria.
Padre amado, pongo a mi hijo en tus manos,
porque sé que en ellas está seguro.
Tú eres su Creador, su protector, su refugio y su sanador.
Si alguna vez mi fe flaquea,
recuérdame que tu amor es más grande que cualquier enfermedad,
y que tu gracia es suficiente para sostenernos.
Hoy, en el nombre de Jesús,
te pido que restaures la salud de mi hijo,
que le des paz en su corazón,
que alivies cualquier dolor que esté sintiendo
y que renueves sus fuerzas cada día.
Creo en tu poder, Señor.
Creo en tu misericordia.
Creo en tu amor incondicional.
Y en esa confianza, descanso mi alma,
sabiendo que mi hijo está en las mejores manos: las tuyas.
Gracias, Padre, porque sé que me escuchas.
Gracias porque, en tu tiempo perfecto,
nos darás la respuesta a esta oración.
Que en todo se haga tu voluntad,
porque sé que tu voluntad es siempre para nuestro bien.
Amén.
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