Oración a la Sangre de Cristo por la Salud
Oh Preciosa y Poderosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo, fuente inagotable de amor, misericordia y sanación, hoy me acerco a Ti con humildad y fe, clamando tu protección y auxilio en este momento de necesidad. Tú, que fuiste derramada en la cruz por nuestra salvación, que brotaste del costado de Cristo como manantial de vida, ven en mi ayuda y cúbreme con tu manto sanador.
Señor Jesús, en tu infinita bondad ofreciste tu Sangre preciosa para el perdón de nuestros pecados y la redención del mundo. Hoy, con un corazón contrito y lleno de esperanza, me postro ante Ti para suplicarte la sanación de mi cuerpo, mente y espíritu. Confiado en tu infinita misericordia, me abandono en tus manos divinas, sabiendo que todo lo que pida con fe, Tú lo concederás según tu santa voluntad.
Derrama, oh Señor, tu Sangre preciosa sobre cada célula de mi cuerpo, sobre cada órgano y cada sistema que necesita restauración. Pasa con tu poder sanador por mis venas, por mi piel, por mis huesos, por mis músculos, y arranca toda enfermedad, toda dolencia, toda debilidad que intente apartarme del bienestar que Tú deseas para mí. Libérame de todo mal que afecte mi salud y restabléceme con la fuerza y vitalidad que proviene de Ti.
Sangre de Cristo, bálsamo de vida y medicina celestial, riega cada herida, cada dolor y cada sufrimiento que oprime mi ser. Sana las enfermedades visibles e invisibles, las que la ciencia ha detectado y aquellas que sólo Tú conoces. Lávame con tu pureza, cúbreme con tu poder y líbrame de todo aquello que me impide vivir en plenitud.
Señor Jesús, por tu Sangre preciosa, aleja de mi vida todo espíritu de enfermedad, angustia y desesperanza. Que tu Sangre sea mi escudo protector contra toda afección física, mental y espiritual. Renueva mi fe, fortalece mi espíritu y permíteme experimentar tu amor sanador en cada instante de mi vida.
Padre Celestial, en el nombre de tu amado Hijo, invoco el poder de su Sangre sobre mi familia, mis seres queridos y todas las personas que están atravesando momentos de dolor y enfermedad. Concédeles salud, paz y fortaleza para que puedan soportar sus pruebas con esperanza y confianza en Ti.
Oh María, Madre de la Misericordia, intercede ante tu Hijo por nosotros, para que su Sangre nos cubra y nos renueve. Que podamos experimentar la paz y el alivio que solo Dios puede dar. Que nuestra vida sea un testimonio del poder sanador de Cristo, y que, sanados por su Sangre, vivamos siempre en su amor y servicio.
Señor, creo firmemente en el poder de tu Sangre, en su capacidad de sanar, salvar y transformar. Por eso, en este momento, me entrego totalmente a Ti, confiando en que obrarás en mi vida conforme a tu voluntad perfecta. Gracias, Jesús, por escuchar mi súplica y por la obra que estás realizando en mí.
Te alabo y te bendigo, ahora y siempre. Amén.
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