Oh Dulcísima Virgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra,
me postro ante Ti con humildad y amor,
para consagrarme plenamente a tu Inmaculado Corazón.
Tú, que fuiste escogida desde toda la eternidad
para ser la Madre del Salvador,
acoge hoy mi vida, mis pensamientos, mis palabras,
mis obras, mis alegrías y mis sufrimientos.
Te entrego mi corazón para que lo purifiques,
mi alma para que la guíes,
mi voluntad para que la fortalezcas
y mi vida entera para que la unas a la tuya
en perfecta docilidad a los planes de Dios.
Oh Madre del Amor Hermoso,
hazme dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo,
fiel discípulo de tu Hijo Jesús
y testigo de Su Reino en medio del mundo.
Inmaculado Corazón de María,
modelo de pureza, obediencia y humildad,
protégeme de todo pecado,
líbrame de las trampas del enemigo
y condúceme por el camino de la santidad.
Te consagro también a mi familia,
mis seres queridos, mi comunidad y toda la Iglesia,
para que todos vivamos bajo tu amparo
y seamos reflejo de la luz de Cristo.
Oh Reina del Cielo y de la Tierra,
Madre de Misericordia,
enséñanos a orar con el corazón,
a confiar sin límites y a servir con alegría.
Toma mi mano y no la sueltes jamás,
condúceme a Jesús, fuente de vida y salvación.
Desde este día y para siempre,
me consagro a Ti,
para que en tu Corazón Inmaculado
mi vida encuentre su refugio,
mi alma su descanso
y mi espíritu su paz.
Amén.
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